jueves, 26 de marzo de 2015

Volver

Fue el "cerrá los ojos" que me conmovió más en mi vida. Y ni siquiera importaba quién era el que lo pronunciaba. Ni siquiera importaba quién era el que, con sus manos, con sus movimientos iba guiándome por un espacio totalmente nuevo para mi. O no tan nuevo. Quizás mis pies había recorrido esa superficie alguna vez. Quizás por esa razón me sentía tan cómoda. Quizás por eso, con los ojos cerrados, me movía mejor. Lo que importaba, al fin y al cabo, era que por fin, por fin, por fin, me había vuelto a dar el lujo de permitirme sentir. De permitirle a mis pies ser libres, de permitirme cerrar los ojos y dejar que todo el resto de mi cuerpo vea por él mismo. Y uno a uno los músculos se relajaban, y una a una las barreras se iban cayendo. No importa hacer el ridículo, es más ¡necesito que hagas el ridículo! ¡Necesito que saques todo lo que tenés adentro! Reíte de vos misma mientras te dejás caer en un cúmulo de brazos inciertos. Con los ojos cerrados, siempre, pero con todos los demás sentidos a flor de piel.
¿No te das cuenta, acaso, que así, tus pies desnudos sienten más la textura de la madera? ¿No te das cuenta de que escuchando podés adivinar lo que está sucediendo a tu lado? ¿No aprendés, nena, a identificar olores que aún no tienen rostro?
¡Es que estás sintiendo de nuevo!
¡Es que al fin volviste!
¡Es que hace tanto que este piso te extrañaba!
Y es que, aunque cueste, a lo que hace bien, siempre es bueno volver.

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