jueves, 29 de enero de 2015

Pasado pisado

Me paro un pasito atrás, como para mirarme mejor y, paradójicamente, me siento más adelante.
Es tan lógico extrañar tiempos pasados... pero vengo a tirar por el piso aquella frase que dice que "todo tiempo pasado fue mejor". Por algo pasó, ¿no? Por algo lo dejamos atrás. ¿Por qué no habríamos de preservar el momento en el que sentimos que "todo estaba bien"?
Quizás haya cosas que no dependen de uno mismo. De hecho, HAY cosas que no dependen de uno mismo.
Es quizás, como la música. Siempre decimos que la música de otra época es mejor, que ansiaríamos haber nacido en el momento justo para ver tocar a The Beatles o para perdernos en festivales ochentosos, pero ¿no es lógico pensar, también, que la música que trascendió, la que hoy escuchamos y creemos icónica, fue justamente la que era buena? Hoy nos quejamos de la música contemporánea, quizás, porque vemos lo bueno y lo malo, y lo vemos de cerca. Quizás en el futuro alguien añore nuestra era musical porque la "música de mierda" fue olvidada.
Creo que lo mismo sucede con los momentos de nuestra vida. Nos topamos con algún obstáculo, algún cambio del presente que nos hace chocar contra la pared, e inmediatamente buscamos los conocido, lo familiar, lo que ya vivimos: el pasado. Suelen ser bastantes los momentos que siento esa especie de nostalgia, porque lo primero que se me viene a la cabeza son siempre los instantes lindos, los que disfruté y me sacaron sonrisas enormes, pero, de a poco, uno empieza a hacer memoria y aparecen con claridad las razones por las cuales uno hizo los cambios que sintió para estar hoy donde uno está. Creo que el presente es el mejor momento en el que podemos estar. Ni el pasado, ni el futuro. No vivir añorando, ni vivir planeando. Vivir viviendo. Y dejarnos sorprender.

domingo, 25 de enero de 2015

Desesperación I

El tiempo que dura el viaje de planta baja al cuarto piso me alcanza justo para observar en el espejo todos los defectos que había olvidado. Entro y tengo que tocar las paredes para ubicarme porque no cambié los focos. Quiero dejar de ser tan dejada, digo, y sigo dejándolo para después. "Está bien, estás deprimida" me digo, excusándome, siempre excusándome, siempre lo fácil, siempre la pila de basura en el escritorio que nunca me voy a decidir a tirar. Y sólo ordeno cuando viene alguien. Pero nunca viene nadie. Porque nunca invito a nadie. Porque quiero seguir teniendo la insostenible excusa para seguir dejando que mi vida sea un quilombo. Y así con todo. ¿Como mierda llegué a esto? me pregunto a las tres de la mañana, aunque todo el día lo haya pensado, sólo a esta hora me animo a formularlo. Y escupís palabras como si allá afuera alguien estuviese esperando leerlas.
No, piba ¿qué te pasa? Sos una más, y siempre vas a ser una más, en todo, en la vida de todos y qué me importa a mi si nadie en tu vida es "uno más", vos sos la que se complica, vivi la vida, cogé, drogate, reite aunque no entiendas, repetí las mismas frases que repiten todos que así capaz que conseguis a alguien que se quede en tu vida el tiempo suficiente para hacer sentirte un poco menos miserable que ahora. Así es la cosa, ¿cómo que no entedés? si es re fácil, No comás, meté panza, ufff ¿qué te pusiste?, igualdad de género pero a mi pagame la cena eh? no te hagás el boludo. 
Me estoy ahogando en todo lo que me repiten y en los laberintos de lágrimas y gritos que nadie escucha porque ni siquiera son gritos y me niego a creer que tengo que hacer lo que me dicen que tengo que hacer y que tengo que tener la vida planeada a los 20. Y me doy la cabeza contra la pared hasta las seis de la mañana, y me duermo y me levanto al otro día a las dos de la tarde, otro día perdido, porque parece que las cosas útiles sólo se pueden hacer a la mañana, y pienso, y pienso, y pienso... ¿Qué pasaría si viviera en un piso once?

viernes, 23 de enero de 2015

Las papas fritas

Cada vez que mamá ponía la sartén al fuego y empezaba a cortar papas en bastones, nos invadía una especie de euforia incontenible, pero era, así también, efímera.
Las papas fritas eran la única comida que mamá nos dejaba comer con las manos, y esas manos, todas grasientas, eran para nosotras un símbolo de una larga lucha ganada.
"¿Mamá, en serio nos vas a obligar a comer papas fritas con tenedor?"
Era, sin embargo, un acontecimiento que se daba en pocas ocasiones, y que siempre nos dejaba con gusto a poco. Creo que todos podemos identificarnos un poco con esto: Cuando la última tanda de papas fritas salía, y, por fin, se apagaba la sartén, todas las tandas anteriores habían sido devoradas y nos sentábamos a la mesa con un plato de treinta papas fritas para siete personas.
Pero el corazón de mamá no le permitía impedirnos que las comiéramos antes de sentarnos.
Nos quemábamos las lenguas y las manos, a veces las comíamos hasta sin sal. Nos divertía verla luchando con las minúsculas gotitas de aceite que saltaban por todos lados. Salía una tanda y nos abalanzábamos. Pequeños dedos mezclados sobre un plato y estómagos que parecían nunca llenarse. Y mamá nos miraba desde la mesada de la cocina... Estoy segura de que le hubiese gustado gritarnos que paráramos, pero también estoy segura de que se maravillaba con esa danza de avidez.
Aquel día, mamá prendió la sartén, como cualquier otro día, y todas, entre risas, corrimos a la cocina.
Fue sacando tandas y tandas mientras nosotras comíamos, regodeandonos. Saladas, hiper saladas, algunas, y otras no tanto, como para equiparar. Las intercalábamos con grandes sorbos de agua y las pilas de servilletas de papel usadas iban multiplicándose descontroladamente.
Mamá seguía firme, mirándonos desafiante, sin alejarse de su puesto de batalla. Pelaba papas, cortaba, las hacia nadar en aceite y nos llenaba platos y platos de papas fritas.
Cerca de las cinco de la tarde, las seis nos miramos consternadas. Mamá no había dejado de cocinar papas fritas por cuatro horas y nosotras ya no podíamos seguir llevándonoslas a las bocas. Bocas paspadas por la sal, brillantes de aceite. Tomamos la decisión en silencio y yo me paré, pidiéndole "Mamá, basta, por favor, ya no queremos más papas fritas". Mamá dio vuelta la perilla de la cocina, se secó la frente con el repasador y con una sonrisa inmensa nos dijo "Esta vez, les gané".

miércoles, 21 de enero de 2015

La era de la rapidez

Los aviones cada vez más veloces.
Los teléfonos cada vez más inteligentes.
La relaciones cada vez más fugaces.
Cada vez queremos la comida más rápido en nuestros platos.
Queremos leer reportajes sobre hechos ocurridos hace diez minutos.
No sabemos qué hacer en el baño sin el celular.
Nos sorprendemos cuando en una cafetería no tienen wifi.

Apurados, vivimos.

Qué triste no poder poner en pausa el mundo para disfrutar ciertas cosas.
Leer un libro sin sentir la necesidad de publicarlo en todas las redes.
Respirar en serio y sentir el aire, no respirar sólo para sobrevivir.
Cocinar despacio, sin poner el fuego alto para acelerar la cocción.
Dormir sin despertador.
Charlar mirándonos a los ojos.
Amar mirándonos a los ojos.
Que pena, que para esas cosas, ya no haya tiempo.

jueves, 15 de enero de 2015

Y aún cuando no te pienso...

No dejo de escuchar una especie de chirrido en la parte de atrás de la cabeza. Parecido al que sentís cuando volves una noche, al silencio de tu cuarto, después de estar en algún lugar con música muy alta. Quizás acabo de volver de algún lugar en el cuál había algo "muy alto". No se si música, no se si algo más profundo, no se ni siquiera a dónde quiero llegar con esta metáfora mediocre.
No todo lo que hacemos tiene que ser lindo. No quiero traer a colación la ya conocida discusión sobre quién decide qué es lindo y que no. Quiero, en parte, excusarme por la crudeza, por la, imposible de contener, desesperación, exaltación con la que escribo. Si vieran la letra escrita, lo notarían sin necesidad de excusas de mi parte, sin que me sientiese obligada a explicarme. Que lindas las palabras con "ex". Que ¿terrible? lo que significan esas dos letras solitas, ahí, una al costado de la otra. No, no es terrible... "Por algo es ex, Alejandra". No, no, no ¿qué es eso de repetir una y otra vez frases armadas en las que no crees? 
No es de eso de lo que quería hablar.
No sé qué sucede que escucho tan claramente, ahora, el bombeo de mi corazón. Aurículas, ventrículos, ventrílocuos, elocuente, gente, mente. ¡Ah! Es eso, tal vez. La maldita y hermosa mente. Esa que no logra comprender qué es un oxímoron, por más de que se lo hayan tratado de explicar extenuosamente. Y no me vuelvas a repetir, ni se te ocurra llenarme la cabeza de ejemplos (¡examples!) porque va a ser inútil, algún día despertaré, simplemente, comprendiéndolos... 
Uno se aferra a esperanzas con la esperanza de que la espera haga que la esperanza abrevie la espera. ¿Que esperamos? O, más bien, ¿qué espero? ¿A donde voy con todo esto? ¿Y por qué siento la necesidad de saber a dónde voy?
Ay, ay, ay. Digo "ay" porque me siento ay y porque estoy suspirando más de la cuenta y siento que el cuarto se va a llenar del aire que suspiro. ¿Será también dióxido de carbono lo que suspiro? Creo que se me va también un poquito de corazón con cada exagerada exhalación, pero al mismo tiempo siento que cada vez se hace más y más grande. ¿Y si explota alguna vez?
O quizás eso sea volver al estado natural, después de todo eso somos: pequeñísimos fragmentos unidos quién sabe por qué, quizás al reventar todo esté volviendo a la normalidad, cada parte a su parte. Y hoy me siento un poco pájaro y llorona y mango y orgullosa y, y, y, y, y. Las partes quieren volver a su parte y quieren dejar de ser parte de mí, ¿quién soy para impedirlo? 
Se detuvieron los sonidos y el silencio es peor ¡ni siquiera escucho el rumor del lápiz sobre el papel! Existe la posibilidad de haberme quedado sorda... Me examino... No. Aún escucho. Y lo que escucho puede despertar a los demás. Vuelve el silencio afuera pero adentro hay algo como gente arañando paredes y cuando escribí mango se me ocurrió la palabra exuberancia y no tengo miedo de admitir mi vacilación al escribirla, casi dejo escapar una h intermedia. 
Lo que quiero decir, es más bien simple, pero necesitaba introducción, lo que quería decir es que me da miedo que no me de miedo el miedo.