lunes, 2 de marzo de 2015

Escriba un título II

Debo confesar que abrí el borrador sin saber bien sobre qué escribir. Tan sólo quería desahogarme un poco ¿Desahogarme de qué? Quién sabe, ni yo sé. Ni siquiera se a dónde estoy yendo con esto. Quizás sea, de cierta forma, forzarme; pero quizás sea, también dejar que mis pensamientos se acomoden mientras los dedos corren por el teclado. Una confesión. Una confesión de algo que aún no se si hice.
¿Será más sincero si escribo así? Sin saber a dónde estoy yendo. Bueno, un poco como mi vida. Quizás sea una linda metáfora: Escribo hoy esto como voy escribiendo mi vida. Abro un borrador cada vez que me levanto y comienzo a improvisar. Bueno, no creo. La rutina poco espacio deja a la improvisación. O yo me refugio en la rutina para no tener que esforzarme creando. Un poco duro conmigo misma.
Últimamente estoy preguntándome mucho, sobre muchas cosas, como inundando mi alrededor de incógnitas, pero también, hace poco, descubrí que prefiero mis preguntas antes que las respuestas de otro. O las mías, incluso. La certeza da más miedo que la incertidumbre, porque en la incertidumbre siempre puedo esperar lo mejor. Las certezas no tienen grises, parecen enormes piedras imposibles de erosionar, o de mover. Están ahí, simplemente ahí, imposibles de ignorar. No quiero que se me agoten las preguntas, me da miedo estar convencida de algo. Debe ser parte, también, de mis cambios, o de mi naturaleza autoboicoteadora; o, más bien, de la parte de mi que quiere ir en contra del autoboicot: Cuando siento que sé, que siento, o que estoy convencida de algo realmente, no puedo evitar taladrarme la cabeza para ir en dirección contraria. Mejor, entonces, huirle a las convicciones. Aunque, después de todo, podría convencerme de que no está tan mal convencerse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario