lunes, 23 de febrero de 2015

Desesperación II

Pienso, a veces, que no me gustaría ser tan sensible, pero ¿cambiaría todo lo que alguna vez sentí por ser un poquito mas dura? No quiero romperme, no quiero endurecerme ¿una cosa lleva a la otra? ¿son consecuencia? No me rompas, no hagas que me vuelva más fría.
No decimos las cosas por esto: las decimos y las reacciones nos hacen mierda.
¿Para qué me pedías que fuera sincera?
Ahora tengo que tragarme las lagrimas, porque está bien llorar por películas, pero esto es otra cosa. Es más difícil que te vean llorar por algo de verdad.
Y te veo agarrandome las muñecas y cuestionando eso, también. Porque mis formas de sufrir no te parecen apropiadas. Porque es más ético destruirse por dentro, no molestar a los demás, que no se note que estás mal, nena. Igual, ya ni se que es lo que queda por destruir adentro.
Soy frágil, que se yo. No voy a dejar de serlo porque no quiero dejar de serlo y porque no quiero dejar de entregar todo cuando lo siento. No quiero comenzar a sentir que esta mal abrir los sentimientos.
Me tenias en tus manos ¿sabes? De una manera mucho más profunda que cualquiera que puedas imaginar. Y te veo, con esa calma aparente por fuera, aunque el viento te este dando en la cara y aunque tengas un huracán adentro. Y decime ahora ¿con quien hablo de lo que me pasa? Escribo porque también mi memoria es frágil y desde siempre quise que no seas efímero.
¿Y qué mierda me importa si estoy sintiendo mucho?
Son mis arrebatos, los que ya conoces.

martes, 17 de febrero de 2015

El origen de lo original

Me desperté pensando en que ya estaba todo dicho. No hay una sola palabra que no haya sido pronunciada, no hay un pensamiento que no haya sido pensado, quizás por la mente más remota, quizás por la más cercana, quizás por la propia. Los momentos definen todo. Qué pensamiento trasciende y cual no. Cuál es considerado una genialidad y cuál es considerado una banalidad. Podemos pasar toda nuestra vida diciendo, pensando, sin que nada trascendental salga de nuestra mente y luego, de nuestra boca. Al final no somos nosotros los que lo definimos cuál de todas las cosas va a ser la que llegue a ser más importante que las demás. Todo está en el otro. Siempre todo está en el otro. En el que lo recibe y lo interpreta como se le antoje. Tenemos poco protagonismo hasta en lo que a nosotros mismos respecta ¿Quién nos manda a pensar, a desear, que algo propio influya en los demás? ¿Por qué esa obsesión de querer marcar vidas? ¿Por qué el constante atormento de no querer ser uno más? Ya ni sé cuantos millones somos sobre este planeta, y dudo que alguien lo sepa. Nos sentimos tan insignificantes que pretendemos no serlo, aunque sea, para una persona. Y nosotros recordamos a muchas. Muchas personas que son recordadas por muchas personas. Personas que aparecen en los efemérides porque escribieron algo que gustó o se sacrificaron por la patria, porque cantaron algún acorde robado, porque se llevaron los triunfos de personas insignificantes. Porque supieron reunir pequeñas ideas, múltiples ideas. Los recordados son acumuladores de ideas ajenas ¿Quién puede decir que fue el primero en pensar algo en particular? Nunca sabremos quién fue el primero, sólo sabemos quién es el que lo dijo más fuerte, el que fue más vivo. Robar ideas, pensamientos, al final, es facilísimo, pero sólo algunos se dan cuenta. Y son menos, aún, los que se atreven a hacerlo.

jueves, 12 de febrero de 2015

Instrucciones para sonreír

(Un compilado de consejos para cuando los días grises se rehúsan a irse)

- Hacé la primera abdominal del día bien temprano, antes de que salga el sol, para agarrar el libro que está a los pies de la cama y recibir el amancer leyendo. Y mirando. 
- Comé, tomá lo que tengas ganas y ponete zapatillas. Hoy toca caminar.
- Hacé la cama, levantá la ropa del piso. Sentite orgullosa porque lo hiciste aunque no tenías ni un poquito de ganas.
- Si tenés que ir a algún lado, caminá. Y por una ruta distinta a la que hacés todos los días.
- Si no tenés que ir a ningún lado (no te creo), dejá que las piernas te lleven. Pero, de nuevo ¡no repitas caminos!
- Saludá a todo el que se te cruce, si ya sé, te da vergüenza quedar colgada, pero pensá ¿a quién no le va a gustar que le dediquen un "buen día"? A veces los por qués no importan.
- Caminá despacito, escuchá la ciudad (todavía no te pongas los auriculares). Sorprendete porque aún entre tanto cemento hay pájaros volando (aunque sean palomas).
- Mirá el piso. Mirá las cosas caídas entre las baldosas, en el asfalto. Recogé algún papel y tiralo en el tacho. Pequeña contribución.
- Mirá el cielo, mirá los árboles mezclándose con los edificios, llegando hasta las nubes. Cuidado con las palomas.
- Mirá las paredes, y descubrí las pequeñas plantitas que nacen en los lugares más insólitos. 
- Prestale mucha atención a alguien.
- Bailá mientras caminas, ahora sí podés ponerte los auriculares.
- Escuchá una canción que nunca hayas escuchado antes. Intentá ir adivinando la letra, en voz alta.
- Tirate en el pasto un ratito. O un rato largo. Sacate las zapatillas y dejá que los pequeños pelitos del pasto se metan entre los dedos. Volvé a sentirte conectada con la tierra.
- Mirá a los ojos al sol, aunque te hayan dicho que no es recomendable. Jugá al juego de ver quien parpadea primero.
- Llorá un poquito, si tenés ganas. No está mal llorar.
- Hacete un amigo perro por la calle. Sonreile, mimalo, inventale un nombre, despedite,
- Llamá a mamá, aunque sepas que no va a contestar, y si contesta contale cualquier pavada.
- Lee algún cuento con un hadita de protagonista.
- Deseale, en tu mente, cosas lindas a la gente que veas. "Que te haya ido bien el parcial", "que tu compañero de trabajo haya llevado las medialunas que te gustan", "que te haya crecido una plantita nueva en la maceta del balcón". Nunca sabés quién te está deseando cosas lindas a vos.
- No uses internet, bueno, sólo para escuchar música, pero desconectate de las redes que te comen la cabeza.
- Andá a comer a la pizzería, no pidas gaseosa (seguro Cristian te alcanza un vaso de agua).
- Andá a la librería de Montevideo y Mitre, probablemente Arturo te regale un libro, como la vez que lo conociste, y si no, seguramente, te regale una de sus historias. Volvé a agradecerle por ese primer día.
- Mirá algo lindo durante mucho tiempo. Una foto, un cuadro, un edificio, una persona. Mirá sin vergüenza.
- Si te gusta el vestido de alguna chica por la calle, decíselo. 
-  Cocinate. Y si se puede, cocinale a alguien.
- Hablá con alguien nuevo. O alguien que hayas dejado abandonado. Hacele escuchar una canción.
- Tomá mate.
- Concentrate en las cosas chiquitas. Las que dan más felicidad.
- Abrazá, y si no tenés a quién regalarle un abrazo sincero, abrazate a vos misma. Mandale con la mente el abrazo a la otra persona.
- Caminá con los ojos cerrados. Sentí el piso de manera distinta. Caminá con los pies y no con los ojos.
- Sentate en medio de la calle. A observar. Hay belleza donde la busques. 
- Fumá un pucho, y decite que es el último. Creételo.
- Acostate y escribí.
- Agregá cualquier otro momentito que te haya hecho sonreir.

martes, 10 de febrero de 2015

Oxímoron

Una vez dije que no entendía qué era un oxímoron, que un día, simplemente, me iba a levantar comprendiéndolos.
Me acabo de levantar de la siesta pensando en que los momentos en los que soy más libre, son los que paso encerrada con vos.
No hace falta que diga nada más.

viernes, 6 de febrero de 2015

El bondi pirata

Le aburrían los viajes en colectivo, por eso los evitaba tanto como podía, pero siempre llegaba el día en el que varios kilómetros la separaban del lugar de destino y no quedaba otro remedio para su modesto bolsillo. Se sentaba en los asientos de atrás, contra la ventana de la derecha, en lo posible; claro, siempre y cuando hubiese algún asiento disponible y no tuviese que hacer el recorrido apretujada entre gente transpirada. Se sentaba, con los auriculares o algún libro, o ambos, o ninguno, y veía la ciudad pasar. Estaba convencida de que era la ciudad la que se movía. Ella estaba quieta. Ella estaba sentada mirando por la ventana, nada más. Y se arremolinaban a su alrededor edificios, calles que emanaban vapores olorosos y gente que iba apurada enredándose la piernas entre las correas de algún paseador de perros, siempre un tachero gritando improperios y siempre un auto recalentado. Siempre casas bajitas intercaladas con edificios que tocaban el cielo y siempre alguna rama de algún árbol que casi le tocaba la cara. ¿A dónde irá esa ciudad tan apurada? De vez en cuando se tomaba su tiempo. frenaba un poco, y permitía que otro colectivo se le acercara a un costado vertiginosamente, y siempre había alguien mirando por la ventana, como ella. Jugaba a sostener la mirada con el extraño del colectivo vecino, a ver quién era el primero en dirigir los ojos hacia otro lado, y casi siempre ganaba. Confiaba en su mirada competitiva. El juego duraba lo que dura un semáforo, y, si tenía suerte, podía dar revancha en el siguiente. Todo se tornaba más intenso. Ahora los dos sabían que la competencia era de vida o muerte. A veces le daban ganas de arrojarse al otro colectivo, de crear un puente con su cuerpo y hacer una especie de abordamiento, al estilo barco pirata. Soñaba con gente usándola para trasladarse de un colectivo a otro e izando una bandera negra, con un bondi y dos huesos blancos dibujados. Cuando se sentía un poco más osada, incluso se animaba a sacar un brazo. Llevaba la cuenta de los colectivos que había tocado. Nueve. Se estaba preparando. El décimo era el definitivo.Tenía que abordarlo. Había dicho lo mismo cuando estaba a punto de llegar al tercero, por ese dicho de "la tercera es la vencida" pero le pareció muy precipitado. La gran hazaña necesitaba preparación.
Esperó unos minutos en la parada, nerviosa, y cuando vio aparecer el bondi en el horizonte de la avenida San Martín, los latidos se le redoblaron. Esperó, quinta en la fila de personas que decían "3,25", llegó su turno, apoyó la SUBE en la maquinita y miró hacia adentro del colectivo: Estaba lleno de gente transpirada.

lunes, 2 de febrero de 2015

Una serie de fortunas eventuales

Camino de noche. Me atrae deambular sin rumbo, aunque en la mente tenga un objetivo. Todo tiene un fin, Todos queremos llegar a algún lado. Fantaseo con caminar sin querer llegar, me digo que no hay rumbo, pero no puedo evitar seguir cierto recorrido establecido en mi cabeza. Pienso en cruzarte en alguna esquina, saliendo de algún bar, de lo de algún amigo nuevo que no alcancé a conocer, y trato de silenciar esos pensamientos inmediatamente. ¿Son pensamientos o son instintos? Me acuerdo cuando te crucé por primera vez después de que todo se fuera a la mierda, me acuerdo que puse un pie en el lugar y te me viniste a la cabeza, y después, minutos después, ahí estabas. Parado como si nada. Con un amigo nuevo que no había alcanzado a conocer. Hago callar a mi mente, o que, por lo menos, ella sí vaya por otro rumbo. No sería sano volver a verte, y últimamente estoy atrayendo a gente con el pensamiento. No te rías, lo digo en serio. Pero nunca creíste en esas cosas, y tampoco creíste en lo que te decía. Y mirá que yo también soy escéptica, eh. Llegué a Corrientes, siempre termino en Corrientes, perdida entre libros y tomando birra. No quiero tomar birra hoy, así que me siento a conversar con desconocidos en el cordón de la vereda. Me gusta robar fragmentos de la historia de las personas, me gusta ser una confidente anónima, pero más que nada me gusta cuando me preguntan quién soy. Porque puedo ser la que yo quiera. No me gusta la idea de lo duradero, de lo permanente, e ir mutando yo misma, con cada historia contada, es reconfortante. No, no te rías de nuevo, no es que invento historias, sólo que a veces resalto ciertos aspectos de ellas, las exagero, las disminuyo. Bueno, sí en parte es inventar, pero no tanto. Por lo menos ellos me escuchan, no como vos. Ahhh, claro, no te gustan los planteos. Bueno, sigo caminando, salí un poco de mi cabeza.
Es raro, me gusta estar sola porque me gusta conocer a gente nueva, y estando acompañado uno no se lo permite tanto, no puedo negar, igual, que es contradictorio. "Me gusta estar sola para conocer gente nueva". No tiene sentido, hasta hago sonar que considero descartables a las personas. Nada más alejado de la realidad. Siento que a veces tengo muy buena memoria para detalles que los demás consideran estúpidos, pero ¿no está ahi la magia, acaso? Que raro eso de llamar "magia" a lo que nos gusta, o quizás simplemente soy yo, dándole nombres a cosas que no lo son.. Intentando etiquetar. Todo tiene que tener su nombre, coherente, claro. No soportamos no saber como llamar a algo. No soportabas no saber como llamarme. El hambre me guía a la pizzería, y saludo a la gente como si la conociera. Me acuerdo de caras que no tienen nombre. Te hubieses desesperado. "Una promo uno, Tano", le digo. Como si todos los pizzeros fuesen italianos, ¿no dije ya que necesito ponerle un nombre a todo? Termino de comer mientras alguien me cuenta que se quiere ir a Europa entre mordiscos de empanadas de apio, nuez y roquefort. Me encantan esas empanadas, pero odio el apio y soy alérgica a las nueces. Hay sabores que anulan a otros, Y hay recuerdos que anulan a otros. Esta noche, definitivamente no te vas a ir de los laberintos de mi cabeza. Es como si estuvieses atrapado y yo, queriéndote guiar hacia la salida, hiciera que te pierdas aun más. Esta noche, definitivamente, también caminé mucho, pero la noche está linda, y me pone pensativa. Es peligroso pensar. O pensar, mucho. Se me acerca un perro, las manos me deben oler a pizza todavía. Sí, claro que como la pizza con la mano, para eso está diseñada por expertos. Me hace mimos, me pide comida, Busco en la cartera y siempre hay algo. Me recuesto un poco sobre él (¿o ella?) y descubro que también me gusta encontrarme con esas almas. Te reís en mi cabeza. Obvio que también tienen alma los animales. Y la discusión de nuevo. ¿No dije que hay recuerdos que anulan a otros?
Ya es hora de volver, me pesas adentro de la cabeza y me pesa el cansancio sobre los pies. No estaba tan lejos, después de todo. Me acerco a mi cuadra, y la veo como de lejos. Esta todo siempre tan igual, pero distinto, y ahí te veo en la esquina, sos vos el toque distinto y, de repente, por fin, encontras el camino y salís de mi cabeza.