sábado, 12 de junio de 2010

La mejor cuadra.

Caminaba por el centro, llegaba tarde a danza, me había descuidado entre charlas con amigos ocasionales. Me apure cuando miré el reloj marcando las 7 y 50 y cruzé la Necochea.
Caminaba por la Belgrano.
Miré a mi derecha y pispié la vidriera de 47 Street, hace tiempo que la ropa de ese local no me convencía pero esta vez los maniquíes lucían dos lindos conjuntitos.
Seguí caminando.En ese momento, cuando estaba a la altura del super, empezé a sentir una mirada a mi izquierda. Me incomodó, y después de reflexionar milésimas de segundo, decidí mirar a quién me miraba.
Giré rapidamente mi cabeza, sin dejar de caminar y me encontré con un par de ojos azules, hermosos. Y el dueño de los ojos me termino de cautivar: más alto que yo, bronceado (a pesar de ser invierno), y ondas desprolijas de color castaño que rodeaban su cara, adornada con una sonrisa seductora. No le quité la mirada. Ni siquiera me perturbó el hecho de que él no lo hiciera tampoco.
- Manuel.- dijo extendiendome una mano simpática- Mucho gusto.
-Alejandra...- dije estrechando la mano que me ofrecía.
Seguíamos caminando.
Ahora caminabamos juntos.
Ahora caminábamos de la mano.

Me volvió a mirar, pero esta vez no dijo nada. Estabamos llegando a Carena, no faltaba nada para que termine esa cuadra, que se me pasó volando pero se me hizo eterna. Y cuando llegamos a la esquina, simplemente me soltó, quedándose quieto, parado en la esquina, y dejándome cruzar la calle, sin detenerme. Cuando llegué a la esquina del otro lado de la Balcarce, dudé un segundo si mirar para atrás o no. Pero nunca dejé de caminar, y entre mi indesición, me fui alejando. Cuando me dí cuenta ya estaba en la esquina de la Lamadrid. Miré, con la esperanza de encontrar sus ojos de nuevo, pero definitivamnete no estaba. Miré mi reloj y apuré más mi paso.
Eran las 7 y 54 y ya llegaba tarde.

domingo, 6 de junio de 2010

Otra de esas noches clásicas para olvidar.


Estaba rodeada de gente, pero sólo estaba segura de la existencia de 4. Primero él, porque sentía su respiración pausada al lado mío, sentía su mirada que iba del escenario a mi propia mirada, y después ellos tres, en el escenario. Tan solos pero acompañándose entre ellos. De un momento a otro sentí como apoyaba su mano en mi rodilla y lentamente acerqué la mía para acariciarlo. Estaba increíblemente frío, y el frío me devolvió a la realidad. Lo miré y le sonreí y recordé mil cosas en un instante. La música que flotaba a nuestro alrededor me hizo recordar a cuando era chica y mi papá me llevaba a ver conciertos de música clásica, lo extrañaba y por mi cuerpo recorrió un impulso de sacar el celular y marcar su número, no podía hacerlo, estaba en un teatro. Mi mirada recorría la gente sentada cerca de mí y siempre siempre volvía al escenario. Primero miraba a los tres artistas y después subía hasta las luces que los iluminaban. Si había algo de los teatros que me gustaba eran las luces, la manera de que la luz incidía hacía que se notaran las partículas del aire, “una solución coloidal” como había estudiado unas semanas antes para la prueba de química. Me fascinaba ver cómo se movían las pequeñas partecitas de aire “efecto Tyndall” pensé otra vez. “Y pensar que ese aire es el que estamos respirando, todo sucio” fue el tercer pensamiento que cruzó mi mente. Sí, era bastante distraída, todo me llamaba la atención, o simplemente no me importaba, en mí no había medios, ni grises. A mi derecha una señora respiraba muy fuerte, demasiado, y eso que estaba a tres butacas de la mía. Le clavé la mirada e instintivamente, quizás, empezó a respirar normalmente, me reí por dentro y mi atención se concentró en sentir con cada uno de mis sentidos la mano apoyada como por casualidad, como sin querer sobre mi rodilla izquierda. Pasaron los minutos tranquilamente durante ese encuentro, y entre pensamientos banales y notas musicales perfectamente ordenadas por Beethoven y Dvorak, y finalmente cada uno volvió a donde pertenecía, aunque por momentos estaba convencida de que mi lugar era ahí al lado suyo. Me fui y se fue, y estoy convencida de que voy a olvidar la noche de ayer, por eso decidí dejar mi testimonio. Hay cosas que es mejor olvidar, esta no es una de esas.