sábado, 27 de septiembre de 2014

La llave

Y un día aprendió que estaba bien darse esos gustos,
¿para qué reprimirse más?

El ocasional puchito, noches imprudentes.
Bailar como si nadie la estuviera viendo, pero sabiendo que la miraban.

Porque... ¿está mal que le guste que la miren?

Dejar que de vez en cuando las palabras salgan sin pensarlo, que el que las escuche sea el filtro.
No preocuparse por esos a los que les molestaba su libertad... porque ellos no podían lograrla.
Vivir.
Dejar de sobrevivir.
Porque de vez en cuando las malas influencias son buenas, por contradictorio que suene.
Porque por demasiado tiempo había vivido por otros.
Y porque hoy, al fin, tiene la llave.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Esquinas conflictivas

La ciudad estaba llena de esas. Esquinas de problemas, esquinas de desencuentros, esquinas conflictivas.
Y aunque sus deseos de volver a tenerlo se iban diluyendo entre noches de amores efímeros, el miedo de cruzarlo de nuevo en alguna de aquellas esquinas no desaparecía. Porque la realidad es esa: una vez que algo es, no desaparece.

Y no voy a ponerme a escribir sobre recuerdos, y cómo cada una de esas esquinas conflictivas le traían muchos, pero si puedo decir que últimamente le sorprendía como esa ciudad tan grande trataba de volver a juntarlos: En los lugares más insólitos encontraba rastros perdidos de él, y sabía que le pertenecían. Que eran de él para ella. Pero la posibilidad de reencontrarse estaba latente, una vuelta de tuerca del Universo y todo se concretaría. Y tenía miedo. Como cuando lo vio por primera vez. Como cuando no supo qué responder a esa sonrisa bailarina. Al fin y al cabo, ¿quién era ella para contradecir el rumbo de las cosas?

Y con el viento enredándosele en el pelo siguió así, con la inminente incertidumbre de que, al doblar en alguna de esas esquinas conflictivas, lo iba a volver a encontrar.