miércoles, 17 de junio de 2015

Celulitis

Episodio 1:
Corta edad. Menos de diez años, probablemente. Sentada en el asiento de atrás del auto. Vistiendo shorts, piernas al descubierto. Me toco, como apretando y veo que pequeños pocitos aparecen en mi piel. "¡Mamá, mirá lo que me pasa en la pierna!". Escucho que es algo normal, que se ocasiona por las acumulaciones de grasa en la piel. Me sigo divirtiendo, descubriendo otros lugares de mi cuerpo, que al presionar, hacían aparecer esos relieves.
Episodio 2:
Comienzos de secundaria. Piernas largas, producto de un crecimiento de altura un tanto más prematuro. Cambio de uniforme. Pollera corta. Los pelos en las piernas comienzan a incomodar. "¿Mamá, podés llevarme a depilar?".
La depiladora, como al pasar comenta: "¡Qué lindas piernas! Y, encima ni tenés celulitis."
Episodio 3:
Salida de clases de danza. Todos compran cosas en el kiosco para merendar. Yo amo las papas fritas. Compro un paquete. Una compañera, dos años mayor que yo, mira con desaprobación: "Eso tiene muchas grasas, te saca celulitis"
Episodio 4:
La misma depiladora de la primera vez comenta: "Se te está empezando a notar la celulitis, si querés, te puedo hacer un tratamiento re efectivo, tomá te dejo la tarifa."
Mamá dice que se soluciona con ejercicio.
Episodio 5: 
Verano, en la pileta. Plena adolescencia, rodeada de amigas. Escucho que comentan, señalando a otra chica: "Mirale el culo a esa, qué celulítica."
Me miro el culo yo. "¿Seguro que se soluciona con ejercicio, ma? Las chicas dicen que no hay que comer grasas."
Episodio 6:
Lloro mirándome al espejo. Ya no es divertido apretar sitios de mi cuerpo que hacen que los relieves sean más notorios.

Y ahora, años después, cada uno de estos episodios sigue vivo en mi cabeza, repitiéndose una y otra vez, intentando apropiarse de mi salud mental. Y no es sólo la celulitis. Es el peso, la cintura, las tetas, los granos, los pelos, la panza, los rollos, el discurso de "las gordas de mierda" una y otra vez.
¿Cómo me protejo? ¿Se detiene en algún momento? ¿Puedo lograr que se detenga, aunque sea para alguien?
El bombardeo de estereotipos es incontenible, y tengo que soportar ver llorar frente al espejo a chicas como yo, una y otra vez. Y me tengo que soportar a mi misma, llorando frente al espejo, una y otra vez. Y no solo lloro porque me miro al espejo y no veo el cuerpo perfecto que imponen las revistas; lloro, también, porque hoy, después de tanto tiempo, todavía sigo creyendo que ese, es el cuerpo perfecto.

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