jueves, 9 de abril de 2015

La playa III

Nico. ¿Cómo empezar a hablar de él? Nos conocimos siendo dos cabecitas minúsculas, pero ambos con alturas por encima del promedio para nuestra edad. Delantales turquesas, risas, manos transpiradas con miedo a sentirse cerca. Dos nenes, sumando siete años entre los dos. Hablabamos, siempre me gustó hablar y el escuchaba mucho, tenía, además orejas grandes y me decía que le gustaba cómo se movía mi boca cuando me reía. Teníamos una extraña complicidad, de esa que tienen los nenes, esa sinceridad y elocuencia que con el paso del tiempo vamos perdiendo. Pasabamos horas y horas juntos, y después del primer año, llegó también la primera separación (de las muchas que nos esperaban).
Mamá dijo que me iba a cambiar de Jardín, Un recreo, habia llegado demasiado alto en la hamaca del patio y, no pudiendo controlar el movimiento, caí de cara al piso. Me acuerdo de correr al baño y ver en el espejo el reflejo de mi boca sangrando. No me dolía, o será que uno se olvida muy fácil del dolor, pero desde ese entonces, tengo el frenillo superior cortado. Si me miran con detenimiento cuando sonrío muy grande, se me nota. Esa es la secuela que me dejó la salita de tres.
Nico también se cambiaba de Jardín, a uno de uno de los colegios más conocidos, yo, en cambio, terminé en uno muy nuevito, pero que prometía "un excelente nivel de inglés". A mis papás los convenció. Así que así fue, ese diciembre, los dos anunciamos nuestras respectivas partidas y nos alegramos de que la amistad de nuestros papás mantendrían, de cierto modo, nuestro vínculo. De todas maneras, era sabido que ya no nos veríamos todos los días.
Vivíamos relativamente cerca, en ese entonces la distancia era enorme, porque mi mundo era mi manzana (y supongo que el suyo habrá sido la suya). Fuimos creciendo, de a poquito, mirándonos, hablándonos, construyendo un vínculo tan maduro como el que con tan acotada edad, podíamos concebir. Soñabamos con escaparnos, con irnos un poco del mundo (ya les dije, igual, que mi mundo era mi manzana), pero teníamos ideas, expectativas, queríamos más.
Su mamá me quería, bueno, no sólo a mí, también era muy amiga de mamá y que ellas se juntaran a tomar el té a la tarde, a nosotros nos daba la oportunidad de seguir explorando nuestros respectivos mundos. Él sí tenía un patio enorme, con perros y todo. Años, muchos años más tarde, tuve la oportunidad de volver a entrar a esa casa, creo que la nostalgia que sentí, no la había experimentado nunca. Su papá era mi pediatra, al final de las consultas me regalaba caramelos a escondidas, y hasta me dejaba elegir los sabores. Esperaba con ansias el momento en el que abría el primer cajón y me miraba picarescamente. Cuando  estaba aprendiendo a andar en bicicleta, se me ocurrió la genial idea de tirarme por una bajada (no solía tener mucha supervisión, como verán), todo iba bien, rápidisimo, pero bien, hasta que noté que no tenía frenos y que, al final de la bajada había una planta con espinas. Se imaginarán, termine llorando, sangrando y con mamá retandome mientras me sacaba las espinas de todos lados. Pero se ve que nos olvidamos de sacar una, y al mes seguía ahí, incrustada en mi rodilla. Fuimos al doctor, que me dio un palito de helado para morder, y logró sacarmela. Y después, claro, me dio caramelos.
Hay una anécdota que recuerdo con mucho, mucho amor, y creo que es la que define lo que fue mi relación con Nico durante los años. Mamá, para ganarse unos pesos, buscaba a los chicos del barrio del colegio y los acercaba a cada uno a su casa. Nico solía venir y además, ser el último al que dejábamos. Cuando llegamos a su casa, nunca voy a recordar cuál fue la razón, comenzó a pelear con su mamá, y en el punto cúlmine de la discusión, lo oí gritar "Me voy a ir de esta casa, me voy a ir con Alejandra, que sí me quiere y nos vamos a ir a dar vueltas por todo el mundo". Me puse rojísima, mientras las mamás se reían y él seguía furioso.
Terminó entrando a almorzar y yo seguramente terminé durmiéndome en el auto antes de llegar a casa. Pero sabiendo que por mucho tiempo, muchísimo, me iba a acordar de esa frase.

(Hola ahora me acotumbré a escribirles mensajitos al final así que nada, gracias por leer)

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