Te largan a jugar. Asi, sin experiencia y con
las piernas flacas como dos chorros de soda. No te ponen presión, pero no
escupas para arriba, que te va a llegar solita.
Jugas, jugas y creces. Te reis, tropezas y te
golpeas mil veces la cabeza. Conoces compañeros, amigos, amores y desamores. Te
peleas con amigos, conoces nuevos, o no tan amigos, que te tiran un caño cuando
te descuidas.
Es así, nene, no te enamores de nada. Sabes
por qué? Porque en algún momento te van a dar el 10, brilloso y luciendo en tu
espalda, no para darte prestigio, sino a modo de blanco, para que te lleguen
todas las patadas a vos.
Y es en ese momento cuando, aun siendo el más
guapo de todos, vas a tener ganas de llorar.
Mil veces me dijeron que era distinto.
Incluso, ayer, en la cena, mi abuela me dijo que la asustaba, que parecía de
cuarenta años. Es una casualidad? No, che, no es una casualidad. A mí me
pusieron a jugar cuando era un nenito, y aprendí cosas que otros aprenden mas
tarde. No me enorgullezco de eso, porque tengo pocos amigos, pocos amores y soy
demasiado crudo para decir las cosas. Y no solo eso, sino que ante cualquier
problema de dos, de tres o de cinco, la pelota me la pasan siempre a mi, y
esperan que tire algún lujo y terminemos, al menos, empatando.
Me parece que esta vez me quedo grande la
camiseta. O el partido es muy difícil, quizá.
Pero no voy a negar que tengo ganas de
sentarme a llorar un poco, y mirar todas las cosas que me perdí por ser grande
antes de tiempo.
Los quiero un montón, pero hay cosas que no
van a volver. Y de hoy en mas, hay cosas que no van a poder comprarle al enano.
Partidos de futbol, de play, o días de campo. A mí no me deben nada, ni al
mediano.
No quiero jugar más. Acá les dejo la camiseta.
Me retiro a los veintiuno y no sé qué voy a hacer con nada más.
No me esperen al brindis, no me esperen en la
costa. Cuelgo los botines.
No es necesario que, de un plumazo, te borren
la sonrisa del que había sido el mejor año de tu vida. Y a vos, canoso, no
tengo que reprocharte nada. Sos y vas a ser el diez que quiero igualar, hoy y
siempre.
(Quizá vaya a brindar con mi familia numerosa,
que me afanaron con los años).
Si, amo las familias numerosas, los asados
domingueros y los primos que son amigos.
Yo pase los fines de semana “jugando” y no
conoci esas canchas. Que le voy a hacer.
Dejame, dejame asi. Si siempre dijeron que
estaba loco.
Y no, no estoy loco, ni voy a estarlo. Pero
soy una bomba de tiempo, un diez que soluciono partidos un montón de veces y que
hoy esta tan triste que no quiere pisar un césped nunca más.
GS
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