Caminaba por el centro, llegaba tarde a danza, me había descuidado entre charlas con amigos ocasionales. Me apure cuando miré el reloj marcando las 7 y 50 y cruzé la Necochea.
Caminaba por la Belgrano.
Miré a mi derecha y pispié la vidriera de 47 Street, hace tiempo que la ropa de ese local no me convencía pero esta vez los maniquíes lucían dos lindos conjuntitos.
Seguí caminando.En ese momento, cuando estaba a la altura del super, empezé a sentir una mirada a mi izquierda. Me incomodó, y después de reflexionar milésimas de segundo, decidí mirar a quién me miraba.
Giré rapidamente mi cabeza, sin dejar de caminar y me encontré con un par de ojos azules, hermosos. Y el dueño de los ojos me termino de cautivar: más alto que yo, bronceado (a pesar de ser invierno), y ondas desprolijas de color castaño que rodeaban su cara, adornada con una sonrisa seductora. No le quité la mirada. Ni siquiera me perturbó el hecho de que él no lo hiciera tampoco.
- Manuel.- dijo extendiendome una mano simpática- Mucho gusto.
-Alejandra...- dije estrechando la mano que me ofrecía.
Seguíamos caminando.
Ahora caminabamos juntos.
Ahora caminábamos de la mano.
Me volvió a mirar, pero esta vez no dijo nada. Estabamos llegando a Carena, no faltaba nada para que termine esa cuadra, que se me pasó volando pero se me hizo eterna. Y cuando llegamos a la esquina, simplemente me soltó, quedándose quieto, parado en la esquina, y dejándome cruzar la calle, sin detenerme. Cuando llegué a la esquina del otro lado de la Balcarce, dudé un segundo si mirar para atrás o no. Pero nunca dejé de caminar, y entre mi indesición, me fui alejando. Cuando me dí cuenta ya estaba en la esquina de la Lamadrid. Miré, con la esperanza de encontrar sus ojos de nuevo, pero definitivamnete no estaba. Miré mi reloj y apuré más mi paso.
Eran las 7 y 54 y ya llegaba tarde.
Caminaba por la Belgrano.
Miré a mi derecha y pispié la vidriera de 47 Street, hace tiempo que la ropa de ese local no me convencía pero esta vez los maniquíes lucían dos lindos conjuntitos.
Seguí caminando.En ese momento, cuando estaba a la altura del super, empezé a sentir una mirada a mi izquierda. Me incomodó, y después de reflexionar milésimas de segundo, decidí mirar a quién me miraba.
Giré rapidamente mi cabeza, sin dejar de caminar y me encontré con un par de ojos azules, hermosos. Y el dueño de los ojos me termino de cautivar: más alto que yo, bronceado (a pesar de ser invierno), y ondas desprolijas de color castaño que rodeaban su cara, adornada con una sonrisa seductora. No le quité la mirada. Ni siquiera me perturbó el hecho de que él no lo hiciera tampoco.
- Manuel.- dijo extendiendome una mano simpática- Mucho gusto.
-Alejandra...- dije estrechando la mano que me ofrecía.
Seguíamos caminando.
Ahora caminabamos juntos.
Ahora caminábamos de la mano.
Me volvió a mirar, pero esta vez no dijo nada. Estabamos llegando a Carena, no faltaba nada para que termine esa cuadra, que se me pasó volando pero se me hizo eterna. Y cuando llegamos a la esquina, simplemente me soltó, quedándose quieto, parado en la esquina, y dejándome cruzar la calle, sin detenerme. Cuando llegué a la esquina del otro lado de la Balcarce, dudé un segundo si mirar para atrás o no. Pero nunca dejé de caminar, y entre mi indesición, me fui alejando. Cuando me dí cuenta ya estaba en la esquina de la Lamadrid. Miré, con la esperanza de encontrar sus ojos de nuevo, pero definitivamnete no estaba. Miré mi reloj y apuré más mi paso.
Eran las 7 y 54 y ya llegaba tarde.