lunes, 2 de febrero de 2015

Una serie de fortunas eventuales

Camino de noche. Me atrae deambular sin rumbo, aunque en la mente tenga un objetivo. Todo tiene un fin, Todos queremos llegar a algún lado. Fantaseo con caminar sin querer llegar, me digo que no hay rumbo, pero no puedo evitar seguir cierto recorrido establecido en mi cabeza. Pienso en cruzarte en alguna esquina, saliendo de algún bar, de lo de algún amigo nuevo que no alcancé a conocer, y trato de silenciar esos pensamientos inmediatamente. ¿Son pensamientos o son instintos? Me acuerdo cuando te crucé por primera vez después de que todo se fuera a la mierda, me acuerdo que puse un pie en el lugar y te me viniste a la cabeza, y después, minutos después, ahí estabas. Parado como si nada. Con un amigo nuevo que no había alcanzado a conocer. Hago callar a mi mente, o que, por lo menos, ella sí vaya por otro rumbo. No sería sano volver a verte, y últimamente estoy atrayendo a gente con el pensamiento. No te rías, lo digo en serio. Pero nunca creíste en esas cosas, y tampoco creíste en lo que te decía. Y mirá que yo también soy escéptica, eh. Llegué a Corrientes, siempre termino en Corrientes, perdida entre libros y tomando birra. No quiero tomar birra hoy, así que me siento a conversar con desconocidos en el cordón de la vereda. Me gusta robar fragmentos de la historia de las personas, me gusta ser una confidente anónima, pero más que nada me gusta cuando me preguntan quién soy. Porque puedo ser la que yo quiera. No me gusta la idea de lo duradero, de lo permanente, e ir mutando yo misma, con cada historia contada, es reconfortante. No, no te rías de nuevo, no es que invento historias, sólo que a veces resalto ciertos aspectos de ellas, las exagero, las disminuyo. Bueno, sí en parte es inventar, pero no tanto. Por lo menos ellos me escuchan, no como vos. Ahhh, claro, no te gustan los planteos. Bueno, sigo caminando, salí un poco de mi cabeza.
Es raro, me gusta estar sola porque me gusta conocer a gente nueva, y estando acompañado uno no se lo permite tanto, no puedo negar, igual, que es contradictorio. "Me gusta estar sola para conocer gente nueva". No tiene sentido, hasta hago sonar que considero descartables a las personas. Nada más alejado de la realidad. Siento que a veces tengo muy buena memoria para detalles que los demás consideran estúpidos, pero ¿no está ahi la magia, acaso? Que raro eso de llamar "magia" a lo que nos gusta, o quizás simplemente soy yo, dándole nombres a cosas que no lo son.. Intentando etiquetar. Todo tiene que tener su nombre, coherente, claro. No soportamos no saber como llamar a algo. No soportabas no saber como llamarme. El hambre me guía a la pizzería, y saludo a la gente como si la conociera. Me acuerdo de caras que no tienen nombre. Te hubieses desesperado. "Una promo uno, Tano", le digo. Como si todos los pizzeros fuesen italianos, ¿no dije ya que necesito ponerle un nombre a todo? Termino de comer mientras alguien me cuenta que se quiere ir a Europa entre mordiscos de empanadas de apio, nuez y roquefort. Me encantan esas empanadas, pero odio el apio y soy alérgica a las nueces. Hay sabores que anulan a otros, Y hay recuerdos que anulan a otros. Esta noche, definitivamente no te vas a ir de los laberintos de mi cabeza. Es como si estuvieses atrapado y yo, queriéndote guiar hacia la salida, hiciera que te pierdas aun más. Esta noche, definitivamente, también caminé mucho, pero la noche está linda, y me pone pensativa. Es peligroso pensar. O pensar, mucho. Se me acerca un perro, las manos me deben oler a pizza todavía. Sí, claro que como la pizza con la mano, para eso está diseñada por expertos. Me hace mimos, me pide comida, Busco en la cartera y siempre hay algo. Me recuesto un poco sobre él (¿o ella?) y descubro que también me gusta encontrarme con esas almas. Te reís en mi cabeza. Obvio que también tienen alma los animales. Y la discusión de nuevo. ¿No dije que hay recuerdos que anulan a otros?
Ya es hora de volver, me pesas adentro de la cabeza y me pesa el cansancio sobre los pies. No estaba tan lejos, después de todo. Me acerco a mi cuadra, y la veo como de lejos. Esta todo siempre tan igual, pero distinto, y ahí te veo en la esquina, sos vos el toque distinto y, de repente, por fin, encontras el camino y salís de mi cabeza.

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