domingo, 19 de octubre de 2014

Descuidos emocionales

Su insoportable desorden (y descuido, también) hicieron que de una vez por todas se diera cuenta de lo que andaba mal en su vida: Al ver el polvo acumulado en el espejo del escritorio se puso a pensar en la cantidad de cosas que había dejado de lado, y en las que lentamente el polvo se iba depositando.
Decidió que su descuido no sólo era en cuanto a lo material, eso lo sabía hace rato, sino que sus relaciones cada vez se asemejaban más a la pila de platos sin lavar de la cocina.
No podía seguir esperando a que llegase un invitado para barrer debajo de la alfombra.
Se jactaba, pero al mismo tiempo quejaba, de lo poco duradero de sus vínculos, se decía un alma libre, pero hasta ese día no comprendía por qué las personas se le terminaban alejando (o por qué nunca había una planta viva en su balcón).
No fue fácil el golpe, el entender que en cuanto a los sentimientos nada es obvio, que las cosas hay que decirlas de frente, y, que el hacerlo, alimenta.
Tímidamente se propuso empezar a cambiarlo, lentamente ir desempolvando aquello que sentía que valía la pena, y, tras lo que sintió que fue una eternidad, marcó el número de teléfono.

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