jueves, 21 de mayo de 2015

Vuelta

Llovía, y hacía calor, con el insoportable vapor que emanaban las veredas, colándose entre las piernas, logró llegar, empapado, medio por la lluvia y medio por el sudor, a la puerta del edificio. Protegía el cuaderno del agua, y esa acción le daba rabia, no había nada de verdadero valor entre esas dos tapas de encuadernado barato. O bueno, si, el montón de hojas en blanco que quedaban tenían mucho más valor que las mediocres palabras garabateadas en el medio de ese cuadriculado horrible, que simulaba estar tragándoselas, gritándole que su único propósito era hacerlas desaparecer. Hasta el cuaderno le decía que estaba escribiendo mal. Al final no te gusta tanto la sinceridad, che. Una gota encima de la otra y las ganas irreproducibles de tirar el cuaderno por el balcón y tirarse él atrás. "Pero me tiré porque quería salvarlo". Se sonrió imaginando la escena de falso heroísmo y se golpeó la cabeza una vez más contra la pared, con el odio de saber que nunca jamás iba a ser capaz de recrearla. Es que vos no servís para estas cosas, tendrías que haber hecho como los demás y quejarte de la jornada laboral de ocho horitas y listo, qué tanto. Pero no, siempre por el lado difícil ¿Y para que? Si al final estas acá siendo igual (o más) infeliz que todos los demás. Quizás sea un tema de personas y no de rumbos, pero no convence mucho esa explicación. Quizás sea cuestión de que tu rumbo es ser esta miserable persona. Y siempre enfrascándote en pensamientos que te hunden, nunca nada positivo ¿y para qué? Si de lo positivo lo único que sacás son mediocridades más mediocres que tus mediocridades habituales. ¿Hasta qué punto vas a llegar?
Seguía caminando en círculos en el cuarto, golpeando esporádicamente un mueble, un vidrio, una pierna, una cabeza y un "por qué" constante. Un constante "para qué". ¿Para que rompí con todo lo que supuestamente odiaba? ¿Para estar hoy bajo esta lluvia preguntándome "para qué"? Un loop infinito, una desdicha constante, una miseria sin escapatoria y manos que rasguñan puertas pidiendo a los gritos salir y pensamientos que se agarran fuerte de las puertas de la mente pidiendo quedarse. Cuanto más exteriorizás, más te queda adentro y paradójicamente te crece más y más y ya no hay manera de sacarlo porque nadie entiende, y en el fondo no querés que lo entiendan. No querés esto para todos ni lo querés para vos, pero la felicidad es algo tan falso, tan efímero, y eso que la tristeza es efímera, eh. pero te acostumbras a vivir en una inestabilidad constante en altos que duran segundos, pero que son intensísimos y en bajos tan largos que creen hacerte creer que por fin llegaste a la mediocre, horrible, inmunda estabilidad que ves en los ojos de todos los demás. Y miras en las caras de los que viajan al lado tuyo en el vagón. Ojos que no sirven para nada, más que para leer discursos que luego van a repetir sin entender, sin cuestionar, sin enojarse porque saben de dónde vienen y por qué dicen lo que dicen. Y te das cuenta de que no es lo que querés. No querés ser una persona que cree que es libre porque sos demasiado consciente de que no es algo que en este mundo sea posible. Ni en este ni en otros, y mandás a cagar al pelotudo que dice que el hombre libre es el que piensa. Acá estoy, sentado en el baño de este departamento horrible, pensando, borracho, pero pensando, y nunca tuve tan en claro el hecho de que no tengo libertad. De que por más que me esfuerce nunca voy a poder separarme de mí mismo. Que fui todos los que pensaba que quería ser y que ni tirándome por el balcón atrás del cuaderno, voy a lograr liberarme. Y llega la calma, después de la violencia física y mental. Y se te ocurre una idea, y el cuadriculado horrible y tragapalabras es reemplazado por uno especialmente amigable que como que acaricia tu caligrafía redondita y blandita. Y empieza el camino hacia arriba, que sabes que vas a disfrutar aunque no dure más que algunos segundos.

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