sábado, 27 de septiembre de 2014

La llave

Y un día aprendió que estaba bien darse esos gustos,
¿para qué reprimirse más?

El ocasional puchito, noches imprudentes.
Bailar como si nadie la estuviera viendo, pero sabiendo que la miraban.

Porque... ¿está mal que le guste que la miren?

Dejar que de vez en cuando las palabras salgan sin pensarlo, que el que las escuche sea el filtro.
No preocuparse por esos a los que les molestaba su libertad... porque ellos no podían lograrla.
Vivir.
Dejar de sobrevivir.
Porque de vez en cuando las malas influencias son buenas, por contradictorio que suene.
Porque por demasiado tiempo había vivido por otros.
Y porque hoy, al fin, tiene la llave.

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