lunes, 8 de agosto de 2016

no sé

Quizás la respuesta sea que no sé cómo reaccionar ante ciertas circunstancias. Eso me solucionaría un par de problemas. La cosa es que detesto el "no sé", detesto verlo como un refugio, uno demasiado fácil, el "no sé" está siempre ahí, a la mano, para salvarte de jugártela de una buena vez. Un problema más: digo "no sé" muchísimo, no puedo evitarlo, apenas pronuncio las dos palabritas o toco las teclas que las forman me arrepiento. Dale, nena ¿otra vez te tirás a lo fácil?
En realidad el problema no es no saber, el problema es saber y decir que no sabes. El "no sé" genuino sólo me hiere un poco el orgullo, pero el "no sé" mentiroso me avergüenza, me hace entrar en un espiral de "no sés" del cual no puedo salir. Es insoportable. Termino hasta creyéndome que no sé. Pero si sé. Y el interlocutor sabe que sé, porque parte del "no sé" cuando sí sé se expresa en yo demostrando que mi "no sé" es falso. Y me desespera cuando el interlocutor no me hace saber que sabe que en realidad sí sé, porque mis esfuerzos para salir del "no sé" simplemente se basan en ser muy obvia, para que me digan "ey, si sabés" y poder decir "es verdad, sí sé". Es parte del espiral, no me juzguen.
En fin, igualmente la cosa no iba por ahí. No sé cómo me las ingenio para terminar hablando de cualquier verdura (guiño al interlocutor).

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